Viví toda mi infancia y primera juventud en una casa (hoy
derruida) que pegaba, esquina con esquina, con esta de la que hoy hablamos y a
la que intentamos salvar.
Para quien no esté informado del asunto, intentaré
primero hacer un poco de historia. Como frase introductoria diré que la
Punta Umbría que hoy se padece no tiene nada que ver con aquel antiguo paraíso.
La han ido machacando poco a poco. Impunemente. No tengo gran simpatía por los
ingleses, desde un punto de vista político al menos, pero he de reconocer sus
virtudes y su respeto por la estética y el patrimonio. ¿Sabéis lo que hacen
ellos para conservar los tradicionales cottages de sus campiñas? Subvencionan
(pasta en mano) a los propietarios para que los mantengan adecuadamente y tal
como fueron construidos desde un principio.
Los ingleses llegaron a Punta Umbría en el siglo XIX.
Entonces era una aldea de pescadores formada por unas cuantas cabañas que
podrían ser perfectamente del Neolítico. Los ingleses, a los que descubrieron Punta
Umbría los doctores de la Compañía Mackay y MacDonald, compraron allí unos
terrenos que abarcaban todo el bosquecillo de La Retama (hoy desaparecido) y
parte del Cerrito, o Murito, hasta llegar a la Ría. Y allí construyeron una
serie de casas, unas veinte (la mayoría de madera), elevadas sobre pilares, que
no sólo eran el testimonio arquitectónico más antiguo del pueblo sino un tipo
de construcción que ellos hicieron en pocos lugares del planeta. Entre ellos,
Punta Umbría. Su valor era incalculable. Pero, claro, la ignorancia es
incurable a veces. Yo he visto, en México, quemar un órgano barroco por el que
un anticuario hubiese dado millones de euros, “porque era un tiliche (trasto)
inservible”. Eso pasa cuando la cultura no importa porque se ignora su valor.
Pero también pasa cuando las administraciones están más preocupadas (e
interesadas) por el dinero que por la cultura y la memoria de su pueblo.
Todas aquellas casas fueron derruidas por un Consistorio
incompetente. Os diré cómo ocurrió en palabras de mi hermano Emilio Morales,
que fue testigo y lo ha contado muy bien. Dice, a raíz de la petición de firma
que os pasaré más abajo: “Pero hace tiempo que me conformé con el vandalismo de
nuestros próceres de todas las épocas y tendencias. Fui testigo directo del
"asesinato" de las casas de Riotinto en Punta Umbría. Las tiraban con
una máquina pesada, luego vertían dos bidones de gasolina y les prendían fuego.
Actuaron con prisas y en un solo día habían concluido la tarea. Tendrían miedo
de las protestas. El caso es que, sobre la cultura, sobre el sentido común,
sobre la historia, triunfó una vez más la ambición urbanística. Los que vemos
las cosas de otro modo hemos perdido esta batalla. La prueba es la casa de
Pablo: aunque han decidido en pleno rehabilitarla, no lo hacen. Es un sitio
demasiado goloso para que lo destinen a un último homenaje a la historia de
Punta Umbría. Lo destruirán también. Pese a todo, firmaré la petición como es
natural. Pero con la amargura de la desesperanza. Parece mentira que los
dirigentes que han tomado todas las decisiones de la destrucción y el abandono
sean de Punta Umbría”. Lo que no cuenta es que, unos años antes, cuando la
Compañía, ya en manos españolas, tomó posesión de terreno y casas, ofreció a
las autoridades del pueblo un trueque de todo aquello por unas tierras
equivalentes en extensión a la entrada del pueblo. Y el Consistorio dijo que
no. Un grupo de jóvenes, casi más ingenuos que idealistas, se dirigieron al
Ayuntamiento a pedirle al Alcalde que esas casas se conservasen y mantuvieran
para el pueblo, ya que en ellas se podían hacer cosas increíbles. Por ejemplo, una
Universidad de Verano. El edil se sonrió, les dio unas palmaditas a los
jovenzuelos y adiós.
Tiraron y quemaron las casas. En esos terrenos, vendidos
por la Compañía a particulares, se han construido chalets modernos de más o
menos lujo. Ya huyeron de la Retama destruida los duendes, las hadas y los
elfos y los sueños de los niños y de los poetas.
Sólo queda un testimonio, sólo, triste, pero al que
mantiene en pie un indudable orgullo junto a la lucha de Pablo Fernández
Rebollo: la casa del guarda. Es el edificio civil más antiguo de Punta Umbría.
Y hay una campaña en pie a la que os pido que os suméis. Hay varias formas. Os
diré dos. Una, firmando la petición emitida por change.org, de la que os pongo
el link: https://www.change.org/p/excmo-sr-alcalde-del-ayuntamiento-de-punta-umbria-salve-la-casa-del-guarda-de-la-rtcl-de-punta-umbria-huelva-ultimo-vestigio-de-la-arquitectura-civil-del-s-xix-en-pie?recruiter=17511777&utm_source=share_petition&utm_medium=facebook&utm_campaign=share_page&utm_term=mob-xs-share_petition-no_msg&fb_ref=Default
Otra, enviando tweets al Ayuntamiento de Punta Umbría
exigiéndole que conserve, cuide y restaure (bajo la supervisión de Pablo
Fernández Rebollo) la casa del guarda de la RTCL. Su dirección en twitter es @AytoPuntaUmbria
Gracias, amigos y amigas.
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