lunes, 16 de mayo de 2016

Fusión imposible


“Pues tu unión es tu separación y tu separación es tu unión.
Tu alejamiento es una aproximación y tu aproximación es una partida”.
Ibn ‘Arabî (El Tratado de la Unidad)

No. No me toques. Cállate. Si me rozas, si hablas, si dices una sola palabra, desaparecerá. Y yo no quiero que eso ocurra. Es cierto que me duele, sí, me atraviesa como una daga, pero una dulce daga. Me duele pero no me duele. Me duele más cuanto más lejos. Y si no está, el sufrimiento será insoportable. No tengo alternativa. Lo decía Kierkegaard, creo, “si lo hace lo sentirá y si no lo hace también lo sentirá”. O algo así. No sé cuando apareció ni cómo. No tiene una explicación racional. Sí, tú no lo comprendes. Siempre has sido cerebral, frío, analítico. No crees en nada que no sea mensurable y consensuado. Pero en nombre de nuestra amistad te pido que no hagas nada. Ni siquiera dudar. No me creas si no quieres pero tampoco dudes. Tengo miedo de que se vaya; un terror de fondo, congelado, agazapado como una manada de lobos en la oscuridad, esperando atacar, amenaza este gozo innombrable, que no lo es y lo es. Es alegría y no es alegría, sin ser tristeza. Es tristeza y no. En su presencia, las lágrimas son un misterio, los sueños son un misterio. Ignoro cuánto durará. Espero que siempre. Sí, siempre. O bien, deseo un imposible, la fusión. Eso es, un imposible. Fundirnos en solo uno. Pero, al cabo, ¿no es esa la verdad última?, ¿no es acaso el ser sólo uno? ¿Por qué se empeña en la separatidad que desgarra? ¿Será para desde la disgregación experimentar el acto de amor de la agregación? ¿El ser ama al amor y por eso el amor es la máxima fundamentación del ser? ¿Es la nostalgia del amor un canto al amor? ¿Es eso lo que me ocurre? ¿Debemos rimar amor con dolor? Una multitud de recuerdos muy antiguos, desdibujados, indefinidos, pinceladas del anhelo más profundo, reverberan en torno, le dan forma pero para robársela al instante. Es un juego cruel pero dulce que me llama, que exige mi atención, más, mi identificación. Imposible. Fusión imposible. No, ni siquiera sé desde cuándo dura, ya te lo he dicho. Mi sensación es que desde siempre. Y para siempre. Para siempre. Pero ese siempre está dentro del tiempo, frágil. El tiempo no admite un siempre. Esa palabra no tiene sentido dentro del tiempo. Sometido a la duración, transcurre, se muere a cada instante y mata a ese instante, a esa parte de sí y a todo lo que contiene. Sólo la eternidad es piadosa, al margen de días, de siglos, de eones; concentrada en un punto, en un solo punto infinitesimalmente pequeño, casi inexistente, ¿inexistente? Imposible fusión. Imposible. No te preocupes. Estoy bien. Bueno, no estoy bien pero estoy bien. Ni se te ocurra llamar al médico. Sabemos lo que dirá. Que me cuide, que me preocupe de mí mismo, que la felicidad está dentro de uno. Si es así, esto está dentro. Y al mismo tiempo no. No está dentro ni fuera y está dentro y fuera. Absurdo, ¿verdad? O está dentro o está fuera. Sin embargo. Credo quia absurdum. Tonterías. Sin embargo. ¿Qué es? No lo sé. ¿Un sentimiento? O no, una certeza. Una tremenda certeza, sin sombra de duda. ¿Una visión? ¿Será esto lo que llaman ver? Ya sé que un ciego no debería hablar de esta forma, decir estas cosas. Un ciego conjugando el verbo ver suena ridículo, patético, incluso indecente. ¿Qué extrañas historias, qué conceptos peregrinos puede evocarnos esa palabra tan ajena? Sin embargo, si yo supiera lo que es ver juraría que estoy viendo. Me apostaría lo que me queda de vida, toda mi vida, a que veo. Y no volvería jamás, jamás, a la oscuridad de antes. Por eso, por favor, no me toques, no te muevas, no hables.
Félix Morales Prado