A seis o siete meses de las Elecciones Generales en
España, este país está sumido en un auténtico marasmo político. Después de una indignación
que tomó cuerpo en el movimiento ciudadano del 15M, y llegados casi todos a la
conclusión de que levantar las manos en la calle puede quedar muy hermoso pero
no conduce a nada práctico, al calor de este fuego emergieron partidos nuevos
que prometían una gestión limpia, honrada, transparente y con una amplia
participación del pueblo. Mientras, los partidos de siempre continuaban siendo
como siempre y los casos de corrupción saltaban y saltan a la luz pública día a
día. Y la crisis no se acaba, diga lo que diga Rajoy, cuya marca desde el
principio de su mandato es la mentira.
De los nuevos partidos (considerado Ciudadanos como marca
blanca del PP) el que más ilusión suscitó fue Podemos. Por creer en él, no sólo
creyó, por ejemplo, Gabilondo, periodista de probada calidad y honestidad, que
les dio, al menos de forma implícita, un voto de confianza. También personajes
claramente encuadrados en la derecha, como el cantante Bertín Osborne,
aseguraban estar de acuerdo en casi todo lo que decía Pablo Iglesias. Hasta
que, dadas las declaraciones del líder de Podemos con respecto a Venezuela,
cambió su opinión.
La formación de Pablo Iglesias, al día de hoy, sigue
defraudando a sus simpatizantes. Lo más importante no es que Colau
haya nombrado a una activista “post porno”, Águeda Bañón, como responsable del
departamento de comunicación (esto puede ser sólo una cuestión dudosamente
estética) ni que el alcalde
de Cádiz, “Kichi”, interviniese en un deshaucio donde no está claro quién
es la víctima o el victimario (tal vez ambos lo sean). La cosa empieza a
ponerse más turbia cuando nos enteramos de que Manuela Carmena, saltándose el
reglamento y la propia ética de su partido, contrata
como jefe de Gabinete a un familiar. Ya empezamos. Y eso que aún no han
empezado. Empezar antes de empezar es una contradicción en los términos. Pero
aquí la tenemos. Sólo son ejemplos de cosas que están ocurriendo en muchos
ayuntamientos dirigidos por Podemos o sus marcas blancas.
Pero la guinda de la tarta, el colmo de la contradicción,
está en las primarias celebradas por la formación hoy mismo. Unas
primarias encaminadas a garantizar a Iglesias y su grupo la gobernabilidad, en
caso de ganar, dejando afuera a todas las corrientes críticas que pueda haber
dentro de su propio partido . Esto ya no deja lugar a dudas. Es decir, a
que no hay alternativas. A que, como decía en un principio, estamos en un
marasmo político. Estamos, una vez más, en el punto cero, antes del 15M. ¿Qué
hacer? ¿No votar? Ganará otra vez el PP. ¿Votar PSOE? Noooooo. En absoluto.
¿Votar un partido minoritario? No sirve para nada. ¿Votar a quién? Resultado:
neurosis absoluta. Mal rollo.
Y que no se piense que me alegro. Yo también me ilusioné
con Podemos. Pero ya me han engañado otros demasiadas veces. Y se termina
aprendiendo.
A veces, cuando me da la parana (o la lucidez) pienso que
todo esto es una ceremonia de la confusión organizada por los de siempre para
perpetuarse en el trono. Que Dios (exista o no) nos ampare. No veo otra.
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