“El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe”.
Alejandra
Pizarnik
Alejandra Pizarnik
estaba loca. Y fue una de las más grandes poetas en lengua española del siglo
XX. Y se suicidó a los 36 años de edad. Su íntimo amigo, Julio Cortázar, le
escribió este hermoso y tierno poema:
“Aquí Alejandra
Julio Cortázar
A Alejandra
Pizarnik
Bicho aquí,
aquí contra esto,
pegada a las
palabras
te reclamo.
Ya es la noche,
vení,
no hay nadie en
casa
Salvo que ya están
todas
como vos, como ves,
intercesoras,
llueve en la rue de
l'Eperon
y Janis Joplin.
Alejandra, mi
bicho,
vení a estas
líneas, a este papel de arroz
dale abad a la
zorra,
a este fieltro que
juega con tu pelo
(Amabas, esas cosas
nimias
aboli bibelot
d'inanité sonore
las gomas y los
sobres
una papelería de
juguete
el estuche de
lápices
los cuadernos
rayados)
Vení, quedate.
tomá este trago,
llueve,
te mojarás en la
rue Dauphine,
no hay nadie en los
cafés repletos,
no te miento, no
hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil
encontrarse
este vaso es
difícil,
este fósforo.
y no te gusta verme
en lo que es mío,
en mi ropa en mis
libros
y no te gusta esta
predilección
por Gerry Mulligan,
quisieras
insultarme sin que duela
decir cómo estás
vivo, cómo
se puede estar
cuando no hay nada
más que la niebla
de los cigarrillos,
como vivís, de qué
manera
abrís los ojos cada
día
No puede ser,
decís, no puede ser.
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es
así, Alejandra,
acurrúcate aquí,
bebé conmigo,
mirá, las he
llamado,
vendrán seguro las
intercesoras,
el party para vos,
la fiesta entera,
Erszebet,
Karen Blixen
ya van cayendo,
saben
que es nuestra
noche, con el pelo mojado
suben los cuatro
pisos, y las viejas
de los
departamentos las espían Leonora Carrington, mirala,
Unica Zorn con un
murciélago
Clarice Lispector,
agua viva,
burbujas
deslizándose desnudas
frotándose a la
luz, Remedios Varo
con un reloj de
arena donde se agita un láser
y la chica uruguaya
que fue buena con vos
sin que jamás
supieras
su verdadero
nombre,
qué rejunta, qué
húmedo ajedrez,
qué maison close de
telarañas, de Thelonious,
que larga hermosa
puede ser la noche
con vos y Joni
Mitchell
con vos y Hélène
Martin
con las
intercesoras
animula el tabaco
vagula Anaïs Nin
blandula vodka
tónic
No te vayas,
ausente, no te vayas,
jugaremos, verás,
ya verás, ya están llegando
con Ezra Pound y
marihuana
con los sobres de
sopa y un pescado
que sobrenadará
olvidado, eso es seguro,
en un palangana con
esponjas
entre supositorios
y jamás contestados telegramas.
Olga es un árbol de
humo, cómo fuma
esa morocha herida
de petreles,
y Natalía Ginzburg,
que desteje
el ramo de
gladiolos que no trajo.
¿Ves bicho? Así.
Tan bien y ya. El scotch,
Max Roach,
Silvina Ocampo,
alguien en la
cocina hace café
su culebra contando
dos terrones un
beso
Léo Ferré
No pienses más en
las ventanas
el detrás el afuera
Llueve en Rangoon
---
Y qué.
Aquí los juegos. El
murmullo
(Consonantes de
pájaro
vocales de
heliotropo)
Aquí, bichito.
Quieta. No hay ventanas ni afuera
y no llueve en
Rangoon. Aquí los juegos”.
Alejandra escribió
una amplia obra, muy extensa si tenemos en cuenta lo prematuro de su muerte. Si clicáis encima de esta frase, iréis a una página que contiene poemas suyos. Alejandra
estaba loca y se suicidó. Como Silvia Plath, como Alfonsina Storni, como Larra, como Virginia Woolf, como Cesare Pavese, como Van Gogh y como tantos otros y otras,
poetas y no poetas.
La gente suele
burlarse de las personas víctimas de la locura. Tal vez hoy menos. Pero aún
recuerdo con horror que, en mi niñez, un entretenimiento común era ir a La
Morana, el manicomio de Huelva, y arrojarles piedras y cacahuetes, como si
fueran monos, a los locos que estaban tras las rejas. La gente suele despreciar
y estigmatizar a los suicidas, sin tener la más mínima idea del infierno por el
que esas personas han debido de pasar para tomar tal decisión ni plantearse si
ellos hubieran sido capaces de soportarlo.
Suicidarse.
Enloquecer. Eso es precisamente lo normal en este mundo horrendo. Lo anormal es
quedarse embobado viendo el partido Real Madrid –Barça mientras que el país y
el mundo entero se hunden. Pensad eso. Sólo cinco minutos. Ved u oíd las
noticias. Enteraos de lo que está pasando en todas partes y luego juzgad a los
que caen en situaciones extremas u optan por “el gesto definitivo”, como lo
llamó Cesare Pavese.
Alejandra, la
pequeña Alejandra, era una excepcional poeta. Y se suicidó. Y estaba loca. Yo
también estoy loco.
1 comentario:
Aclaración: Este post no ha querido ser una incitación al suicidio, sino sólo una reivindicación de respeto hacia las personas que se encuentran en situaciones límite o, en un momento fatal, dan el paso irreversible. Cortázar estaba muy preocupado por su amiga. La carta que transcribo a continuación es prueba de ello. Después de ella pongo un link a un video de Youtube en el que la misma Pizarnik expresa su estado de ánimo en un breve poema:
“París, 9 de septiembre de 1971
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y demás no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo
Julio”.
https://www.youtube.com/watch?v=lcK07ox2ZMs
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