Ando ahora
escribiendo una novela cuyo título provisional es “La luz rota”. Como
introducción, lleva un poema de Félix Morales Santos, mi hijo, muerto hace año
y medio, en el que expresa sentimientos que me hacen llorar y que dieron lugar al texto que
escribo poco a poco. El poema dice:
Da igual, un poco,
todo.
La hojarasca que
resuena,
que cruje en los
pies. La sombra
y el dibujo de luz
sobre la ropa
de invierno.
Da igual, un poco,
todo.
Otra última
despedida avara,
tibia el agua en la
sopa. La sal ya
no se toma, cándida
malla la tez
de la carne.
Un poco da igual,
todo.
Da igual que
llores, que rompas,
da igual cuando
estallas. La mano
acurruca un puño de
arroz
y lo echa todo al
puchero.
Da todo un poco
igual.
Un poco de frío, un
poco de ejercicio,
un poco de asfixia
en el olor
del cobre caliente.
El tesoro
empieza a brillar.
Da igual, un poco,
todo.
Otro gemido,
el turmoil
de los ponys en la
alameda. Un poco
de fibra en los
dientes; todo
el mundo en su
mundo.
El mundo en el de
todos.
Da todo un poco
igual.
Félix Morales Santos
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