Los suicidios menudean; dos personas –por ahora y que yo sepa- se han quemado a lo bonzo, hasta los policías se matan. Se veía venir. Ya lo dije hace tiempo. Últimamente vi un chiste en el que un político, cuyo nombre no diré, se
lamenta ante Rajoy: “¡Qué desastre! La situación no puede llegar a ser peor”. A
lo que don Mariano responde: “Anímese, hombre. Sí que puede”. Humor negro. Como
el que destila la “entrevista” vergonzosa que Jesús Hermida, ese payaso mediático, le hizo al rey. ¿A dónde se dirige España? (y Europa y el mundo).
Escribe Ignacio Fontes en un artículo sabrosísimo e impagable: “¿son conscientes éstos –partidos, políticos, sindicatos, rancia jerarquía
eclesiástica, patronales voraces, periodistas lenguaraces...– de las semillas
de violencia incontrolable que están sembrando? Un día subirán dos céntimos el
precio del pan –es una metáfora– y el tinglado arderá por los cuatro costados
ante el asombro general: ¿por dos céntimos? No, por hartura excesiva e
insoportable”.
Hay conspiranoicos que opinan desde hace tiempo que la
crisis-estafa ha sido minuciosamente planeada por los verdaderos poderosos de
la tierra y que forma parte de un proyecto, más amplio y de consecuencias sin precedentes, de dominación mundial . Ya no se puede descartar nada. El
cinismo de los gobernantes es tan absoluto que parece que ni las más terribles
de las dictaduras explícitas sería capaz de mantenerlo de la forma impertérrita
en que estos lo hacen. Hasta el punto de que también es posible que la difusión
de esas teorías conspiranoicas proceda de ese futuro y ya actuante poder oculto
con la intención de crear desconcierto a través de dos vertientes: 1) Provocar la burla y el escepticismo contra
las creencias en ideas tan supersticiosas. 2) Inocular ese temor en las
mentes de los ciudadanos que contemplan aterrados tantas coincidencias y, así,
conducirlos a elaborar una profecía autocumplida.
No sé. Lo que sí es cierto es que todas
las predicciones de las que hablan tales teorías parecen estarse produciendo.
Será casualidad. En todo caso, sean galgos o podencos, ya los tenemos encima y
nos comen.
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