Los acentos ortográficos son unas rayitas inclinadas que se colocan encima de determinadas palabras atendiendo a unas reglas concretas. Por ejemplo, encima de Ramón se colocará inclinada hacia la derecha si Ramón va a coger por la calle de la derecha o, por el contrario, inclinada hacia la izquierda si Ramòn opta por girar hacia ese lado. Este último uso, muy extendido en Francia, de larga tradición democrática, se perdió en España durante el franquismo, pues en esa época elegir la izquierda estaba muy mal visto en este país, hasta tal punto que si el lugar de destino quedaba a la izquierda del sujeto, éste daba todo un rodeo dirigiéndose siempre hacia la derecha para llegar a aquel lugar. Por último, en el caso hipotético de que Ramon se dirija siempre hacia adelante, sin girar ni a derecha ni a izquierda, no se pone ningún palito encima. Naturalmente, esta posibilidad no existe en la práctica. Ramón tendrá que optar en algún momento por ir hacia la derecha o hacia la izquierda, pues si fuera siempre en línea recta, acabaría por dar la vuelta al planeta y encontrarse en el mismo lugar del que haya partido, lo que carece de todo sentido y utilidad.
En fin, las tildes pueden también ponerse, sin palabras, unas junto a otras en grandes cantidades sobre la superficie de una página en blanco, lo que simulará un bonito día de lluvia.
2 comentarios:
vaya ingenio el tuyo,
¿y si se tratara del diéresis?
saludos
Gracias, Diosa de la Luna. Porque sé que te gusta lo puse.
Omar, si se trata de diéresis, no hay cuento. Es un cuento soñado. Escribe tú uno sobre la diéresis y me lo pasas. Gracias, amigo, por tu comentario.
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