Derivo sobre una almadía en medio de una tormenta nocturna. Cientos de cerdos que nadan bajo la lluvia intentan, amenazantes, subir a la balsa. Los golpeo con el remo y el agua se tiñe de sangre cuyo color rojo se confunde con el que derrama el sol que empieza a despuntar. Entre las olas asoma algo que parece un viejo galeón abandonado. Lo abordo y vislumbro cúpulas y torres, rosetones y ojivas. Es una catedral de madera que flota en el mar. Bajo al sollado por una escotilla. Un enorme incensario colgado oscila como un péndulo desde el ábside al atrio al ritmo del oleaje, besando los tubos de un órgano y una cruz tambaleante.
1 comentario:
breve pero enérgico relato,
muy bueno,
saludos
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