viernes, 22 de octubre de 2010

Erótica

Querida Ramira:
¡Qué bien cuadra tu nombre con tu condición! Tan sólo abrir la “i” como tú abres el signo de admiración entre tus piernas y ¡ya está! ¡qué gusto! Todo queda acoplado. Todo se acopla a ti: los marineros, los curas de pensamiento atormentado, los profesores solitarios, los perros, los amantes sin pareja, los basureros, los árboles, las piedras, las orillas de agua tibia de los ríos. Te dicen puta. Pu-ta. ¡Qué hermosa esa palabra en ti! Tú la sepultas en un caudal de absurdo y la reduces a su sonido puro. ¿Qué sexo no desea sufrir la pregunta de tus manos? Has inventado la mística de los barrios prohibidos. Representas el brillo nocturno de sus calles. Los que te buscan detrás de cada puerta sumida en el desprecio y el secreto deseo, encuentran siempre a otras, a otras iguales que sus legítimas mujeres. Olvidan la suprema humillación del barrizal en el que yo te follo, olvidan la mirada del amor. Por eso, por más que te persigan y que en ti aliente el receptáculo de una constante violación, tú siempre serás virgen, mi novia sin mancha, la mujer perdida en las últimas habitaciones de mis sueños, donde te masturbas al ritmo de mi discurso pensando en todos los que pudieron ser (pensando en todos) y prefirieron condenarse.

Félix Morales Prado

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